Modesto homenaje al "superviviente" Delibes de cuyas obras siempre se podrán extraer magníficas enseñanzas.

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Al subir de precio la munición, el Juan Gualberto empezó a fabricar los cartuchos en casa. Hacía la pólvora con clorato y azúcar y en vez de perdigón metía pedazos de clavos. El pistón lo recargaba con dos cabezas de cerillas, de forma que al oprimir el gatillo, la explosión demoraba cuatro o cinco segundos. Primero hacía "psssssss" y cuatro o cinco segundos después retumbaba el disparo. El Juan Gualberto, el Barbas, había de seguir todo ese tiempo la pieza por los puntos de la escopeta si aspiraba a derribarla.
- Aviado iría uno si se le ocurriera vacilar, ¿eh jefe?
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"Un cazador que escribe" - Miguel Delibes (La caza de la perdiz roja)